La Nueva Educación
LA NUEVA EDUCACIÓN… PARA
CUÁNDO?
Por: Carlos Arturo Arias Castañeda
Junio 22 de 2020
“Tenemos que
reconocer que el florecimiento humano no es un proceso mecánico, es un proceso orgánico.
Y no se puede predecir el resultado del desarrollo humano. Todo lo que puedes
hacer, como un granjero, es crear las condiciones bajo las cuales empezarán a
florecer” (Sir Ken Robinson).
Desde
los años setenta Howard Gardner entre otros psicólogos y pedagogos, además de
educadores y público en general advertían la necesidad de propiciar un cambio
en la educación, debido a los síntomas que se observaban en los jóvenes de la
época, quienes mostraban descensos en el desempeño intelectual y las causas no
estaban claramente establecidas. Como consecuencia se plantearon estudios sobre
la detección de dificultades de los estudiantes para aprender, resolver
problemas, tomar decisiones (Arons, 1976). Se reseñaron nuevas maneras de
enseñar con énfasis en el diagnóstico de necesidades y en la aplicación de estrategias
que estimularan el aprendizaje significativo, y el desarrollo de habilidades
para resolver problemas (Whimbey y Lochhead, 1980); se presentaron estrategias
de investigación para analizar el procesamiento de la información que realizan
los estudiantes mientras resuelven problemas (Clement, 1979).
Algunos investigadores reportaron que el
problema aumentaba conforme se alcanzaban niveles más avanzados de escolaridad (Hidi
& Harackiewicz, 2006). En ese
sentido se conjeturaba insistentemente, que el desarrollo de habilidades
básicas del pensamiento propiciaría en los estudiantes un aprendizaje más
perdurable, significativo y de mayor aplicabilidad en la toma de decisiones y
en la solución de problemas relacionados con situaciones de la vida diaria.
Las críticas a los modelos pedagógicos
fundamentados en el conductismo, -caracterizados por el aprendizaje por
repetición, las clases magistrales o monólogos de los docentes, el creer al
estudiante como un recipiente vacío de conocimiento, y considerar el silencio en el aula como indicador del éxito
por excelencia y la forma de medir la capacidad de manejo de clase del maestro -
hicieron que se iniciara a finales del siglo pasado un tránsito paulatino hacia
el constructivismo, lo que derivó en muchos casos en un activismo absurdo que
hizo que se prefirieran las viejas prácticas, disfrazándolas con nuevos
nombres. Ya no se usan libros de texto, sino módulos o guías (que son en muchos
casos igual de conductistas al libro), algunos maestros hablan de secuencias
didácticas pero siguen monopolizando la palabra y los materiales en clase. A
pesar de este estancamiento, se debe rescatar que desde esa época se despertó
la conciencia de muchos nuevos maestros y la reflexión pedagógica volvió a
estar sobre la mesa.
En Colombia a partir de la ley general de la
educación ley 115 de 1991 y los nuevos lineamientos curriculares, se empezó a
privilegiar el desarrollo del pensamiento sobre la adquisición de
conocimientos, aunque nunca ha sido claro el cómo hacerlo. Muestra de ello es
que en las tres últimas décadas, se ha presentado a múltiples pruebas
internacionales de evaluación de la calidad de la educación, entre ellas las
conocidas como TIMSS (Trends in International Mathematics and Science Study),
PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) y LLECE (Laboratorio
Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación), PISA (Program for
International Student Assessment). En todas esas pruebas los resultados han sido
negativos.
Los tecnócratas del ministerio intentaron
equivocadamente imponer una nueva educación, introduciendo el término “calidad”
al escenario de la escuela, obligando a muchas de ellas a acreditarse pagando millones para obtener el aclamado
reconocimiento (algunas certificaciones conocidas: EFQM, NEASC-CIS, AdvancED, ISO9001,
Modelo Fé y Alegría, Sistema Integrado
de Calidad-PCI,
Sistema de acreditación de la Calidad Educativa – SACE, Modelo Pentacidad), lo que no se aclaró era que dichas certificaciones se refieren a los procesos de los establecimientos educativos, es decir a que tienen condiciones para prestar un servicio de calidad, pero no certifica la calidad del servicio prestado y no lo puede hacer por que parafraseando a Ken Robinson la educación no es un proceso mecánico y no se puede predecir el resultado del desarrollo humano. Todo lo que los maestros pueden hacer es crear condiciones bajo las cuales los niños, niñas y jóvenes que estan a su cargo empezaran a florecer.
Sistema de acreditación de la Calidad Educativa – SACE, Modelo Pentacidad), lo que no se aclaró era que dichas certificaciones se refieren a los procesos de los establecimientos educativos, es decir a que tienen condiciones para prestar un servicio de calidad, pero no certifica la calidad del servicio prestado y no lo puede hacer por que parafraseando a Ken Robinson la educación no es un proceso mecánico y no se puede predecir el resultado del desarrollo humano. Todo lo que los maestros pueden hacer es crear condiciones bajo las cuales los niños, niñas y jóvenes que estan a su cargo empezaran a florecer.
Ahora la calidad de la
educación se mide a través de test estandarizados, es
evidente que las instituciones educativas comienzan a movilizarse por el miedo
a los resultados de estas evaluaciones mecánicas, descuidando entonces todas
las otras dimensiones centradas en la calidad. La creatividad y el trabajo en
equipo de los estudiantes quedan relegados al cesto de la basura. Los
profesores y alumnos entran en una jaula de ardillas, corriendo a toda
velocidad para practicar y memorizar los temas de las pruebas estandarizados
(Waissblut 2018). Resulta fácil notar que es imposible que muchos componentes de la calidad de la
educación puedan ser evaluados por las respuestas de los niños en un test de selección
múltiple y ni siquiera a través de los ensayos escritos. Es necesario aceptar
que ciertos elementos de la calidad sólo pueden lograrse con maestros y
directores autónomos que tengan capacidad, cariño, pasión por lo que hacen.
Aunado a esta transición del conductismo al constructivismo
y a la imposición de condiciones de calidad de la educación que desconocían la
realidad de cada contexto escolar, se dio la revolución digital. Una avalancha
de nuevos recursos tecnológicos -cámaras digitales, de fotografía,
vídeo, computadoras, impresoras, monitores, software, antivirus, sistemas de
gestión, teléfonos móviles, videojuegos, pizarras digitales, libros digitales,
tabletas- y el internet. En muchos casos estos recursos llegaron primero a manos de los estudiantes que a las escuelas democratizando el acceso a la información y
poniendo en entre dicho la función del maestro.
Por todo lo anterior, urgía una revolución
educativa que contemplara nuevas políticas de educación, políticas sociales, un
análisis entre el estado y la educación
y el diseño de nuevos planes educacionales. Esta llamada revolución fue
una promesa de campaña presidencial para el periodo 2002-2006 (Rodríguez,
2006), pero se quedó en promesa y desde entonces se han adelantado estrategias
y programas que en su conjunto no han logrado que las practicas pedagógicas
correspondan con una educación para el siglo XXI.
La actual pandemia que obligo el cierre de
escuelas y como consecuencia la atención de estudiantes en una modalidad no
presencial, desnudo una realidad alarmante y es que el país no cuenta con una
infraestructura en términos de conectividad y de equipos en las escuelas, ni en
los hogares para atender este tipo de educación, revelando que muchas de las
donaciones hechas de computadores para educar y múltiples capacitaciones que se
habían hecho a maestros habían sido en vano. Por un lado, unos equipos estan ya
obsoletos, otros se dañaron sin ser usados por falta de conectividad o porque
algunos directivos y maestros no querían asumir la responsabilidad de que esos
equipos se perdieran o dañaran bajo su responsabilidad. Por otro lado, algunos
maestros que asistieron a las capacitaciones y se titularon nunca pusieron en práctica
en el aula lo aprendido.
Pese
al panorama gris presentado, surge en este escenario de emergencia, de
educación remota una gran oportunidad de mejoramiento y es que, a fuerza de las
circunstancias muchos maestros, estudiantes y padres de familia que venían
siendo renuentes a los cambios que requería la era digital – ya sea por razones
económicas o las que fueren-, se vieron obligados a movilizarse hacia nuevas
formas de interactuar con el conocimiento, eso ha posibilitado que ahora sea cotidiano
hablar de zoom, meet, classroom, hangouts, clases virtuales, acceder a facebook
live, YouTube, enviar tareas, usar aplicaciones educativas en internet,
promover actividades que permiten dar un mejor uso al celular y al whatsapp.
Fomentando las habilidades del siglo XXI que son las destrezas inherentes al estilo
educativo “Enseñar menos, aprender más”, que incluyen las habilidades globales
de aprendizaje e innovación, habilidades profesionales, habilidades de
información, medios y tecnología, y las habilidades prácticas de la vida
(familia, escuela, comunidad, Estado y nación), yuxtapuestas a materias básicas
de las diversas y tradicionales disciplinas, y atadas con temas de conciencia
global, financieros, económicos, empresariales, cívicos, de salud y bienestar
(Waissbluth, 2018).
Todo
esto está acelerando el tránsito a una nueva educación en la que todos podemos
aprender a “saber ser”, “saber aprender”, “saber hacer” y “saber convivir”. Una
nueva educación que hará posible que la escuela sea un escenario en el que se creen
las condiciones para que los niños, niñas y adolescentes exploren, inspiren y transformen su propia
realidad, la de su familia y la de su entorno.
El
confinamiento terminará con la circulación de la vacuna contra el Covid 19 y
eso inevitablemente hará que volvamos a la educación presencial, lo
cual es conveniente porque ninguna tecnología digital podrá suplir a un
buen docente y un ambiente estimulante en el salón de clase. La preocupación
radica en que si no se aprovecha este momento de efervescencia y calor para
restructurar la educación y se vuelve a las escuelas públicas sin que se haya
hecho inversión alguna en equipos tecnológicos, conectividad y cualificación de
maestros, hará que se pierda el impulso alcanzado hasta ahora. De ahí que la
pregunta sea: ¿la nueva educación para cuándo?
Referencias
Rodríguez, A. (2003). Un análisis de la
revolución educativa. Revista colombiana de educación, (44).
De Zubiría, J. (2014). ¿Las pruebas PISA: Cómo
mejorar los resultados? razónpública. Com. Recuperado de: http://www.
razonpublica. com/index. php/econom% C3% ADa-y-sociedad/7571-las-pruebas-pisa-%
C2% BFc% C3% B3mo-mejorar-los-resultados. html.
Hidi, S., & Renninger, K. A. (2006). The
four-phase model of interest development. Educational Psychologist, 41(2), 111-127.
Reyes, J. E. A., Vimos, J. E. S., Navarrete, F.
F., & Alvear, V. D. P. S. (2019). Experiencias de aprendizaje y el
desarrollo del pensamiento científico en los estudiantes de la carrera de
Estadística. Ciencia Digital, 3(3.2. 1), 61-72.
Waissbluth, M. (2019). Educación para el
siglo XXI: el desafío latinoamericano. Fondo de Cultura Económica.
Zerpa Ochoa, Y. D. (2014). Desarrollo
de habilidades del pensamiento y sus atribuciones en el razonamiento geométrico
espacial en educación básica (Master's thesis).
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