¡USTED VERÁ SI SE CONTAGIA!


Por Carlos Arturo Arias Castañeda
19 de julio de 2020 


La mayor parte de los colombianos están en la encrucijada de confinarse y morir de hambre  o salir a “rebuscarse” y contagiarse. Más triste aún, muchos colombianos viven experimentando la angustia de enfrentarse al hambre desde mucho antes de la pandemia. 
El coronavirus solo ha profundizado la problemática de pobreza nacional al punto que ya se lanzó una  alerta internacional por la crisis de hambre que se avecina. The New York Times en su artículo: La pandemia amenaza con ampliar la desigualdad en América Latina del 11 de julio de 2020, presentó algunos relatos de tragedias familiares en todo el país, pero quisiera compartir un par de nuestro contexto que podrían ser una continuación de los que mostró ese artículo.  


Foto tomada de: The New York Times, Por Julie Turkewitz y Sofía Villamil, Photographs by Federico Rios. Publicado 11 de julio de 2020.  

La señora Marina Garcés madre de Guillermo Garcés de 13 años, uno de los estudiantes de la institución educativa Nuevo Latir de Cali – sede Isaías Duarte Cancino, es cabeza de hogar con cuatro hijos a cargo, siendo Guillermo el mayor de ellos. Esta madre con llanto en los ojos, narra cómo al iniciar el confinamiento perdió su empleo de cocinera en un restaurante donde le pagaban por día trabajado. Actualmente debe tres meses de alquiler y está a punto de ser lanzada de la casa de invasión (invasión Haití) en la que vive en arriendo, porque lo poco que consigue pidiendo, lo usa para medio comer con sus hijos. Está desesperada y no sabe qué hacer. 

No hay que ser un psicólogo titulado  para entender que los hijos se ven afectados negativamente por los estados emocionales de sus padres y en este caso seguro comparten la preocupación y la angustia de su madre de pensar que posiblemente saquen sus cosas a la calle. Esta conversación se dio en  medio del llamado de atención que le hacía  a la señora porque Guillermo no había enviado ninguna tarea durante el tiempo de clases no presenciales. Debo confesar que me quede sin palabras y no pude más que alentar a esta madre y enviarle saludos a su hijo, deseando que su situación mejorara, esperando que haya un mejor ambiente de aprendizaje en casa, porque definitivamente, este escenario no lo es.

William Bermúdez de 14 años es otro de los estudiantes de la Institución Educativa Nuevo Latir – sede Isaías Duarte Cancino con los que no se volvió a tener contacto desde que inició el aislamiento, las llamadas a los teléfonos que dejó su acudiente en la ficha de matrícula fueron en vano, ni siquiera su madre había venido a recoger los mini mercados que se reparten cada mes en la institución educativa como parte del programa de alimentación escolar (PAE – alimentos para el aprendizaje). Este 16 de julio de 2020, por primera vez llegó a recoger su ración y pude conversar con ella. 
La señora cuenta que al iniciar el aislamiento el tío de William, quien era el único que proveía sustento a la familia fue asesinado, siendo obligados a dirigirse a la zona rural de Florida Valle, donde un familiar que les podía ayudar a soportar esta difícil crisis económica. No había venido a las entregas de alimentos para el aprendizaje anteriores, porque no tenía para el transporte, pero esta vez el hambre acosaba tanto que tuvo que conseguir dinero prestado para venir a Cali a recoger un mercado que cuesta casi lo mismo que el dinero que gasto al desplazarse. Al interpelarla por los trabajos de William, manifiesta que no cuenta con celular y que solo llama de vez en cuando a una vecina de la invasión donde Vivían en Cali para estar medianamente informada de lo que pasa en el colegio. Le entregué las guías que no había logrado enviar por otro medio, con la promesa de traerlas resueltas en la próxima entrega de alimentos del PAE. Promesa que no creo este en sus manos cumplir. 

No sé, si estos dos relatos sirvan para tratar de entender por qué algunos chicos no entregan los trabajos que se les envían; pero si espero que sirvan como parte del retrato de lo que pasa en Colombia en términos de inequidad y pobreza estructural. Esto no es un tema causado por la falta de cultura de ahorro de quienes no ganan ni para sobrevivir, sino un tema de políticas de estado equivocadas, que ni siquiera pueden garantizar el derecho fundamental a la alimentación digna. Resulta contradictorio que en un país supuestamente agrícola hasta los mismos campesinos padezcan de hambre.     

Han pasado cuatro meses de confinamiento y solo se han implementado medidas transitorias –pañitos de agua tibia- que dilapidan los recursos, pero que no dejaran ningún activo al país al finalizar la pandemia. ¿Cuándo  iniciará la construcción de nuevos hospitales?, ¿cuándo se pondrá en marcha el Plan Nacional para la promoción de la comercialización de la producción de la economía campesina, familiar y comunitaria?, ¿cuándo iniciará la reducción de intermediarios y especuladores de los alimentos que producen los campesinos?, ¿cuándo iniciará la renta básica? - ¡Cuando haya indicadores de muertos por hambre! - o seguimos esperando que el número de personas con hambre recluidas en casa aumente. 

Salir a conseguir alimento para la familia no es una opción, es una obligación. Por eso no se comprende la frase ¡usted vera si se contagia!... Este 20 de julio no se debería izar la bandera en cada casa, sino que se debería sacar un trapo rojo como símbolo de solidaridad con los oprimidos y de exigencia a este gobierno de políticas serias: a corto plazo para atender la emergencia y a largo plazo para poder enfrentar el pos confinamiento.  

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